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avergonzado. La Mediana dio media vuelta y volvió a entrar en el palacio.
¡Espera! ¿A dónde vas? la llamó Cascarrabias.
¡A buscar a Mattius! ¡Y no me voy sin él!
¿Esa chica no sabe que es peligroso entrometerse en los asuntos de los elfos?
preguntó Silva.
Cascarrabias resopló y echó a correr tras ella; los gnomos y el hada lo siguieron.
Nadie les cortó el paso, porque ahora ya no eran prisioneros. Única se detuvo una
sola vez para preguntar dónde estaba el salón del trono y, una vez obtenida la
información, siguió andando muy decidida.
Tampoco les impidieron entrar a ver al Príncipe. Aquello no era un delito, porque
el soberano de los elfos tenía tiempo de sobra... pero sí una tremenda falta de
educación.
Pero a Única no le importaba. Irrumpió en la sala sin contemplaciones.
El Príncipe de la Parda Floresta estaba sentado en lo alto de un trono labrado y
adornado con incrustaciones de oro. Era un elfo ya maduro, y parecía muy cansado.
Una fina diadema le ceñía la frente.
Frente a él estaba Mattius el Semielfo, el juglar.
¡Mattius! gritó Única, y corrió junto a él.
Les dije que os dejaran en libertad dijo el juglar frunciendo el ceño.
Y lo han hecho. Pero no nos marcharemos sin ti.
Esta audaz declaración la hizo mirando a la cara al Príncipe que, sin embargo, ni
se inmutó.
Habéis hecho la mitad del viaje sin mí dijo Mattius . Podéis seguir solos.
No es eso insistió ella . Sabemos que no serás feliz si no puedes viajar de un
lugar a otro; por eso, no te abandonaremos aquí.
El Príncipe alzó sus finas cejas, desconcertado; además de Única, en la puerta
había un duende, un hada y dos gnomos.
Única está buscando a los suyos, padre dijo Mattius . ¿Recuerdas algo de
ellos?
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Laura Gallego Retorno a la isla blanca
Laura Gallego Retorno a la isla blanca
Un nereida dijo el Príncipe, mirando a Única . Hacía siglos que no veía uno
de ellos.
¿Alguna vez visteis a alguien como yo? preguntó ella sorprendida.
Han pasado varios siglos desde entonces recordó el elfo . Yo era un joven
atolondrado cuando los Nereidas llegaron asustados huyendo de un enemigo que,
según decían, los perseguía implacablemente. Se quedaron unos años entre nosotros,
construyeron una ciudad en la Floresta... no logramos hacer desaparecer ese rastro de
sal, pero les enseñamos el arte de la música, que ellos utilizaban para rechazar a sus
enemigos... creo recordar. Pero nunca dijeron de quién huían; tenían miedo de
pronunciar su nombre. Un día recogieron todo y se fueron, pero no vimos a nadie
tras ellos.
¿No? soltó Fisgón, incrédulo . ¡Pero debía de ser un monstruo
espantosamente grande si le tenían tanto miedo! ¿Por qué no lo vio nadie?
Única guardó silencio. Y entonces le pidió al Príncipe, lisa y llanamente, que dejara
marchar a Mattius. Le contó cómo había ayudado a la gente del Valle frente al Señor,
cómo se había enfrentado al Rey de Ciudad Minotauro y cómo llevaba la alegría a
todas las aldeas. Le dijo que, si no le dejaba hacer su trabajo, su hijo nunca sería feliz
en la Parda Floresta.
Mattius ha venido aquí para pedirme que no luche contra ese Señor del Valle
que quiere invadir mi reino dijo entonces el Príncipe . ¿Qué pretende? ¿Que deje
entrar aquí a los humanos? ¿Que se apoderen de la Parda Floresta? Está actuando
como un traidor a su pueblo.
¡Sólo intento evitar una estúpida guerra! replicó Mattius, furioso . ¡No creo
que...!
Pero lo interrumpió una dulcísima melodía que hizo que todos enmudecieran
inmediatamente.
Única la Mediana, la Última Nereida, tocaba.
Nadie dijo nada mientras la música los envolvía y se extendía por todo el palacio
del Príncipe de los elfos. Fuera lo que fuese lo que estaban haciendo, todos se
detuvieron a escuchar la melodía de la flautilla.
Cuando la música cesó, el silencio pareció aterrador. Pero la expresión del Príncipe
ya no era severa, y sus ojos se habían dulcificado.
Música nereida dijo . La he oído todos los días en mi palacio, y no sabía de
dónde venía.
Hizo una pausa. Luego prosiguió.
Tu música me ha traído recuerdos de mi juventud. Es el mejor regalo que
podrías haberme hecho. Si un puñado de gemas de la Cordillera vale el rescate de
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Laura Gallego Retorno a la isla blanca
Laura Gallego Retorno a la isla blanca
cinco criaturas de Bosque Verde, una canción nereida vale el rescate del hijo del
Príncipe de los Elfos.
¡Hurra! chillaron Fisgón y Silva a dúo.
Intenta detener esto, Mattius le dijo el elfo a su hijo . No seré yo quien
ataque a los reinos vecinos, pero tendré que defender la Floresta si intentan
invadirnos, ya lo sabes.
Mattius asintió.
Gracias, padre. Por el momento, acompañaré a Única y sus amigos en su viaje.
Hay algo que deseo saber.
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