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mina del que Bentham habló. Una vez allí, al descubrir que los huevos no estaban, que
habían sido «secuestrados», supongo que puede decirse, las criaturas captaron el
sendero mental que conducía hacia la casa de Bentham en Aiston.
Calló para coger un recorte de periódico que había en un pequeño montón sobre su
escritorio, y me lo pasó para que lo inspeccionara.
-Como puede ver, Henri, hubo temblores en Stenhope, en el condado de Durham, el
día veintiocho. ¿Necesito indicarle que Stenhope se encuentra directamente entre Harden
y Aiston?
De nuevo me dejé caer en la silla y me serví un buen trago del brandy de Crow.
-¡Titus, está claro que no puede guardar los huevos aquí! -le advertí-. ¡Por todos los
cielos, puede que incluso ahora -invisibles, silenciosos, a excepción, quizá, de unos
profundos temblores registrados en el equipo de un científico- estos pulpos, estos
vampiros subterráneos, vengan de camino hacia aquí, abriéndose Paso a fuego a través
de las entrañas de la Tierra! ¡Se ha colocado en el mismo peligro que se encontraba
Bentham antes de enviarle los huevos! -Entonces, súbitamente, se me ocurrió una idea.
Me adelanté para dar un golpe sobre la mesa-. ¡El mar! -grité. Crow pareció sorprendido
por mi exabrupto. -¿Eh? -preguntó-. ¿Qué quiere decir con eso de «el mar», De Marigny?
-¡Que es la solución! -Hundí el puño en la palma de mi mano-. No hace falta destruir los
huevos y arries-garse a la venganza de las criaturas adultas... Sencillamente, ¡llévelos al
mar y tírelos a las profundidades! ¿No comentó Sir Amery que le tenían miedo al agua? -
Es una idea -replicó despacio Crow-, pero... -¿Bien?
-Bueno, tenía pensado emplear los huevos de forma diferente, Henri. Quiero decir,
usarlos de forma más constructiva. -¿Usarlos?
-Tenemos que detener a Shudde-M'ell de una vez por todas, amigo mío, y disponemos
de la clave aquí, en nuestras propias manos -tocó la caja con una uña-. Si tan sólo se me
ocurriera un plan, un sistema que pudiera funcionar..., descubrir una manera de utilizar
estas cosas. Pero necesito tiempo, lo cual significa quedarme con los huevos, lo cual, a
su vez, significa...
-Titus, aguarde -le interrumpí con rudeza, alzando las manos. Había algo que me
rondaba la mente, algo que requería mi concentración. Súbitamente, lo tuve claro y
chasqueé los dedos-. ¡Claro! Sabía que algo me estaba inquietando. Ahora bien,
corríjame si me equivoco, pero, ¿seguro que este Shudde-M'ell y su especie aparecen en
el Ciclo de Cthulhu?
-Sí -mi amigo asintió, visiblemente desconcertado y tratando de decidir adonde quería ir
a parar.
-Es asi de simple -dije-. ¿Cómo es que estas criaturas no fueron hechas prisioneras por
los Dioses Mayores, igual que sus espantosos hermanos y primos en la mitología, hace
incontables millones de años?
Obtuve un punto. Crow frunció el ceño y se alejó rápidamente del escritorio,
atravesando la estancia para ir a una estantería a sacar su copia de Feery, Notas del
Necronomicón.
-De momento, nos arreglaremos con ésta -indicó-, por lo menos, hasta que pueda
hacer que compruebe por sí mismo el Necronomicón en el Museo Británico. Entonces,
tendrá que leer ¡todo el libro! Sin embargo, es peligroso, Henri. Yo lo leí hace tiempo y me
vi obligado a olvidar casi todo lo que descubrí... ¡Era eso o la locura! De hecho, creo que
deberíamos limitar su investigación a porciones selectas de la traducción de Henrietta
Montague. ¿Desea ayudarme?
-Por supuesto, Titus -respondí-. Sólo tiene que darme sus órdenes. Sabe que las
cumpliré lo mejor que pueda.
-Bien, entonces ésa será su tarea especial en este asunto -me dijo-. Me ahorrará
mucho tiempo si coteja y analiza todo el Ciclo de Cthuihu, con especial referencia al papel
de Shudde-M'ell en la mitología. Más tarde le haré una lista de libros que considero que
pueden serle de ayuda. Ahora mismo, veamos qué tiene que comentar Feery al respecto.
En ese momento nos era imposible saberlo, pero las cosas no saldrían tal como Crow
las planeara, ya que los acontecimientos que aún estaban por venir seguro que habrían
estropeado cualquier trama que él hubiera pensado. Sin embargo, no podíamos saberlo,
de modo que mi extenuado amigo pasó las hojas de la a menudo fantasiosa
reconstrucción de Feery del terrible libro de Alhazred hasta que localizó la página que
buscaba.
-Aquí está -declaró-, el pasaje titulado: «El poder en la estrella de cinco puntas». Se
acomodó en el sillón y comenzó a leer:
"La armadura contra las Brujas y Demonios, contra vosotros, Profundos, Dools,
Vormais, Fantasmas, Valusianos, y todos los pueblos y seres que sirven a los Grandes
Antiguos y sus Vastagos, yace dentro de la estrella de cinco puntas tallada en piedra gris
de la antigua Mnar; que es menos fuerte contra vosotros, los mismos Grandes Antiguos.
El poseedor de la piedra será capaz de comandar a todos los seres que se arrastran,
nadan, reptan, caminan o vuelan, incluso desde la Fuente de la que no hay retorno. En
Yhe como en la Gran R'lyeh, en Y'ha-nthlei como en Yoth, en Yuggoth como en Zothique,
en N'kai como en Naa-Hk y K'n-yan, en Carcosa como en G'harne, en las ciudades
gemelas de Ib y Lh-yib, en Kadath, en el Yermo Frío como en el lago de Hali tendrá
Poder; pero, así como las estrellas se consumen y se vuelven frías, así como los soles
mueren y los espacios entre las estrellas se ensanchan, así decrece el poder de todas las
cosas..., de la estrella-piedra de cinco puntas como de los hechizos puestos sobre
vosotros, Grandes Antiguos, por los benignos Dioses Mayores, y llegará ese Tiempo
como una vez hubo Tiempo en el que se sabrá que:
No está muerto aquello que puede dormir toda la eternidad.
Y, con los extraños eones, tal vez hasta la propia Muerte perezca.
-En Carcosa como en G'harne -repetí cuando Crow finalizó-. ¡Bien, parece que ahí lo
tenemos!
-Sí -respondió a secas, mirando el libro abierto con ceño fruncido-, pero estoy
convencido de que ésta es una versión diferente de la copia del Necronomicón que hay
en el Museo. ¡Por Dios, desearía que Feery todavía viviera! A menudo me he preguntado
cuál era su conocimiento acerca del Necronomicón..., por no decir nada de muchos otros
libros extraños. Sin embargo -señaló con la uña la página que mostraba ese pasaje
relevante-..., por lo menos, ahí tiene parte de su respuesta.
-Da la impresión de que Shudde-M'ell fue apresado en G'harne -me quedé pensativo-.
Lo que significa que, de algún modo, ¡consiguió escapar! ¿Cómo?
-Es algo que tal vez jamás averigüemos, Henri, a menos que... -los ojos de Crow se
abrieron mucho, y la cara se le puso pálida. -¿Sí, de qué se trata, Titus?
-Bueno -repuso despacio-. Tengo mucha fe en Alhazred, incluso en la versión de
Feery. Es un pensamiento monstruoso, lo sé, pero. a pesar de ello, es posible que la
respuesta se encuentre en lo que acabo de leer: «... así decrece el poder de todas las
cosas... de la estrella-piedra de cinco puntas como de los hechizos puestos...».
-¡Titus! -le interrumpí-. Lo que está diciendo es que los hechizos de los Dioses
Mayores, el poder del pentáculo, ha desaparecido..., y si es verdad...
-Lo sé -contestó-. ¡Lo sé! También significa que Cthulhu y los otros se encuentran libres
para moverse y matar -se sacudió, como si se soltara de alguna telaraña monstruosa, y
logró esbozar una débil sonrisa-... Pero no, no puede ser... No, sabríamos si Cthulhu,
Yog-Sothoth, Yibb-TstIl y los demás estuvieran libres. Lo habríamos sabido hace mucho
tiempo. Todo el mundo... -Entonces, ¿cómo explica...? -No intentaré explicar nada, Henri -
replicó con brusquedad-. Sólo puedo ofrecer conjeturas. Me da la impresión de que hace
algunos años, hasta un siglo o más atrás, los hechizos o las piedras-estrellas -sea cual
fuere el que se aplique al caso de Shudde-M'ell- hubieran sido eliminados de G'harne por
algún medio. Quizá por accidente, o quizá adrede..., ¡por personas sometidas al poder de
los Grandes Antiguos!
-Por maldad o inadvertidamente..., por personas bajo el poder de los Grandes
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