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salados, y se preguntó cansinamente si tendría que estarle agradecida a Kahguyaht.
Automáticamente llenó con los mismos frutos el bol que Tediin adelantó hacia ella.
 ¿Alguno de nuestros alimentos es venenoso para ustedes?  preguntó de sopetón.
 No  respondió Kahguyaht . Nos hemos adaptado a las comidas de su mundo.
 ¿Y alguno de los suyos es venenoso para mí?
 Sí. Buena parte de ellos. No debe usted comer nada que encuentre aquí que no le
resulte conocido.
 Esto no tiene sentido. ¿Por qué, ustedes que llegan de tan lejos..., de otro mundo, de
otro sistema estelar..., son capaces de comer nuestra comida?
 ¿Acaso no hemos tenido tiempo de aprender a comer sus alimentos?  inquirió el
ooloi.
 ¿Cómo?
El otro no repitió la pregunta.
 Veamos  inquirió ella , ¿cómo puede uno aprender a comer algo que le es
venenoso?
 Estudiando a los maestros para quienes no lo es. Estudiando a su pueblo, Lilith. Sus
cuerpos.
 No lo entiendo.
 Entonces, acepte la evidencia que le ofrecen sus ojos: podemos comer todo lo que
usted puede comer. Bastará con que entienda esto.
Bastardo pedante, pensó ella. Pero sólo dijo:
 ¿Significa eso que pueden ustedes aprender a comer cualquier cosa? ¿Que no
pueden ser envenenados?
 No, no he querido decir eso.
Esperó, comiendo frutos secos, pensando. Y, cuando el ooloi no prosiguió, le miró.
Estaba enfocado en ella, con sus tentáculos apuntándola.
 Los muy ancianos pueden ser envenenados  dijo . Sus reacciones se hacen más
lentas. Pueden no ser capaces de reconocer una sustancia mortífera inesperada o no
recordar a tiempo cómo neutralizarla. Los gravemente dañados pueden resultar
envenenados. Sus cuerpos están distraídos, ocupados con la autorreparación. Y los niños
pueden ser envenenados, si no han aprendido aún a protegerse a sí mismos.
 ¿Quiere decir que casi cualquier cosa podría envenenarles si, de algún modo, no
estuvieran preparados para ello..., dispuestos a protegerse contra ello?
 No casi cualquier cosa. En realidad, muy pocas cosas. Cosas a las que éramos
especialmente vulnerables antes de que dejásemos nuestro mundo natal.
 ¿Como qué?
 ¿Por qué lo pregunta, Lilith? ¿Qué haría si se lo dijese? ¿Envenenar a un niño?
Ella masticó y tragó varios cacahuetes, sin dejar de mirar al ooloi, sin hacer esfuerzo
alguno por ocultar su inquina por él.
 Usted me invitó a preguntar  dijo.
 No. No era eso lo que estaba haciendo.
 ¿Realmente piensa que podría hacerle daño a un niño?
 No. Simplemente, es que aún no ha aprendido a no hacer preguntas peligrosas.
 ¿Y por qué me ha contestado tanto?
El ooloi relajó sus tentáculos.
 Porque la conocemos, Lilith. Y, dentro de lo razonable, queremos que usted nos
conozca a nosotros.
2
El ooloi la llevó a ver a Sharad. Ella hubiese preferido que hubiera sido Jdahya quien lo
hiciera, pero cuando Kahguyaht se ofreció, Jdahya se inclinó hacia ella y le preguntó:
 ¿Cree que debería ir?
Ni por un momento dudó que el gesto de Jdahya no estuviera destinado a demostrarle
que él se estaba comportando como quien le sigue la corriente a un niño. Estuvo tentada
de aceptar el papel de niña y pedirle que la acompañase. Pero él se merecía unas
vacaciones de ella..., y ella de él. Quizá desease pasar un rato con la fornida y silenciosa
Tediin. Y, pensando en eso, ¿cómo debían apañárselas aquella gente en sus vidas
sexuales? ¿Cómo se integraban en ellas los ooloi? ¿Eran órganos sexuales los dos
tentáculos del tamaño de brazos? Kahguyaht nunca los había empleado para comer..., los
había mantenido o bien enrollados a su cuerpo, bajo los brazos, o bien doblados tras los
hombros.
A pesar de lo feo que era, no tenía miedo de él. Hasta el momento, sólo le había
inspirado asco, odio y animadversión. ¿Cómo era posible que Jdahya se hubiera
relacionado con un ser así?
Kahguyaht la llevó a través de tres paredes, abriéndolas a base de tocarlas con uno de
sus tentáculos más grandes. Al fin salieron a un amplio pasillo descendente, bien
iluminado. Un gran número de oankali circulaban por él, caminando o viajando en unos
lentos vehículos planos sin ruedas, que aparentemente flotaban a unos milímetros del
suelo. No había colisiones ni frenazos bruscos y, a pesar de ello, Lilith no veía ni orden ni
concierto en el tráfico. La gente caminaba o conducía por donde hallaba un hueco y,
aparentemente, confiaba en que los otros no chocarían con ellos. Algunos de los
vehículos llevaban cargamentos inidentificables: esferas transparentes, de color azul,
llenas de algún líquido; animales parecidos a ciempiés, de un par de palmos de largo,
metidos enjaulas rectangulares; grandes bandejas con verdes formas oblongas, de casi
dos metros de largo y unos noventa centímetros de grueso: estas últimas se agitaban
lenta y ciegamente.
 ¿Qué es eso?  le preguntó al ooloi.
Éste la ignoró, excepto para tomar su brazo y guiarla allá por donde el tráfico era más
espeso. De pronto, ella se dio cuenta de que la estaba llevando con la punta de uno de
sus dos tentáculos grandes.
 ¿Cómo se llama esto?  preguntó.
 Puede decir que son mis brazos sensoriales  respondió él.
 ¿Y para qué sirven?
Silencio.
 Oiga, creía que se suponía que yo estaba aprendiendo. No puedo aprender sin hacer
preguntas y obtener respuestas.
 Ya las irá recibiendo, a medida de que las vaya necesitando.
Movida por la rabia, se soltó del ooloi. Le resultó sorprendentemente fácil lograrlo:
Kahguyaht no volvió a tocarla, no pareció darse cuenta de que en dos ocasiones casi la
había perdido, ni hizo esfuerzo alguno por ayudarla cuando pasaron a través de una
multitud y ella descubrió que no podía diferenciar a un ooloi adulto de otro.
 ¡Kahguyaht!  exclamó secamente.
 Aquí.  Estaba junto a ella, sin duda contemplándola, probablemente riéndose de su
confusión. Sintiéndose manipulada, se agarró a uno de sus brazos auténticos, y se quedó
pegada a él hasta que llegaron a un pasillo que casi estaba vacío. Desde allí pasaron a
otro que lo estaba totalmente. Kahguyaht deslizó un brazo sensorial a lo largo de unos
cuantos palmos de la pared, luego apoyó la punta del grueso tentáculo contra la superficie
de la misma.
Apareció una abertura allá donde había tocado, y Lilith supuso que la llevaría a otro
pasillo o habitación; pero, en lugar de eso, la pared pareció formar un esfínter y dejó pasar
algo del otro lado. Incluso, como para enmarcar aún más la imagen, brotó un olor agrio.
Uno de los grandes objetos, semitransparentes y oblongos, se deslizó fuera hasta quedar
a la vista, húmedo y liso.
 Es una planta  explicó el ooloi . Las almacenamos allá donde podemos darles la
luz que mejor les va para vivir.
Ella se preguntó por qué no le podía haber dicho aquello antes.
El objeto oblongo se estremeció lentamente, como habían hecho los otros, mientras
Kahguyaht lo tocaba con ambos brazos sensoriales. Tras un momento, el ooloi sólo
prestó atención a uno de los extremos, que empezó a masajear con las dos manos.
Lilith vio que la planta empezaba a abrirse y, de repente, comprendió lo que estaba
pasando.
 Sharad está dentro de esa cosa, ¿no?
 Venga aquí.
Fue hasta donde el otro estaba sentado en el suelo, junto al extremo, ahora abierto, de [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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