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bolsillos . ¿O prefiere olvidar?
Los ojos azules de ella brillaron como el sol sobre un glaciar.
No hay peligro de eso. Ya lo verá usted. Rian se alejó lentamente. La pantalla de
fuerza se levantó despacio a su alrededor y ella se desvaneció como un perfume. Las dos
burbujas flotaron tras los pasos del Emperador.
El valle se parecía al lugar donde habían organizado las ofrendas poéticas, pero más
espacioso, un gran cuenco abierto al cielo artificial de la cúpula. Los costados estaban
atestados de haut y ghemlores vestidos de blanco acompañados por las burbujas de las
hautladies. Los mil delegados de la galaxia ocupaban la parte exterior, como un marco
variado y colorido. En el centro, rodeada de una banda respetuosamente vacía de césped
y flores, había otra pantalla de fuerza redonda de unos doce metros de diámetro. A través
de la superficie translúcida, neblinosa, Miles veía una gran cantidad de objetos apilados
alrededor de una Plataforma, sobre la que descansaba la figura pálida y frágil de la haut
Lisbet Degtiar. Miles se esforzó para distinguir la caja de madera pulida de la delegación
de Barrayar, pero la espada de Dorcas estaba enterrada en algún lugar alejado, más
abajo. En realidad, no tenía importancia.
Le habían destinado un asiento en el círculo, una vista casi imperial de la ceremonia. El
desfile final, que se realizaría por un pasillo hacia el centro, respetaba un orden inverso:
las ocho Consortes planetarias y la Doncella en sus nueve burbujas blancas; los siete
contadlos bien, muchachos, siete hautgobernadores; luego el Emperador mismo y su
guardia de honor Benin se colocó rápidamente en el lugar del ghemgeneral Naru sin
provocar ni una onda en el paisaje. Miles cojeó tras el séquito de Giaja, intensamente
consciente de sí mismo. Sin duda su figura resultaba extraordinaria en ese lugar: menudo,
de poca estatura, siniestro, la cara de alguien que acaba de perder una pelea en un bar
espacial. La Orden del Mérito cetagandana resaltaba sobre el uniforme negro de la Casa
Vorkosigan... casi nadie la pasaría por alto.
Miles supuso que Giaja lo estaba usando para enviar una señal a sus
hautgobernadores. No era una señal muy amable. Evidentemente, Giaja no pensaba
divulgar los hechos de las últimas dos semanas, así que Miles tenía que suponer que se
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trataba de una de esas expresiones del tipo entiéndelo si puedes, pensada para infundir
no tanto una idea o un conocimiento como una sensación de miedo. Una especie de
terrorismo delicado y sutil.
Sí.. sí.. Que traten de entender.. Bueno, no se refería a ellos. Miles pasó frente a la
delegación de Barrayar, ubicada bastante cerca del frente de la multitud galáctica.
Vorob'yev le clavó los ojos, atónito. Maz parecía sorprendida pero contenta y señaló el
cuello de Miles mientras le decía algo a su novio. Vorreedi tenía la mirada torva, llena de
sospechas. Ivan parecía... en blanco... Gracias por tu voto de confianza, primito...
Después le tocó el turno a Miles: él también se quedó de una pieza cuando vio a lord
Yenaro en la última fila de ghemlores. Llevaba puesta la ropa blanca y púrpura de un
ghemlord de compañía de décimo rango en el jardín Celestial, es decir el rango más bajo.
Parece que finalmente ha conseguido el trabajo de perfumista ayudante... Y así, el haut
Fletchir Giaja había controlado a otra bala perdida. Excelente.
El séquito de Giaja tomó asiento casi en el centro. Una procesión de jóvenes
ghemladies colocó una última ofrenda floral alrededor de la pantalla de fuerza de la
emperatriz. Un coro cantó una hermosa melodía. Miles se descubrió calculando el precio
de la mano de obra que se había empleado en las ceremonias del mes, con el salarlo
mínimo como único costo de todos los involucrados. La suma era... desorbitada. Mientras
hacía el cálculo, le pesaba cada vez más la falta de desayuno. Un solo café no era
suficiente. No me voy a desmayar. No me voy a rascar la nariz. Ni el culo. No...
Una burbuja blanca se deslizó hacia el Emperador. Su servidor ba Miles lo
reconoció caminaba a su lado con una bandeja dividida en compartimientos. La voz de
Rian repitió las palabras rituales desde la burbuja: la ofrenda quedó a los pies de Giaja.
Miles, sentado a la izquierda del Emperador, miró los compartimientos y sonrió con
amargura. La Gran Llave, el Gran Sello y los otros objetos ceremoniales de Lisbet volvían
al lugar que les correspondía. La burbuja y su acompañante se retiraron. Miles esperó,
aburrido, que Giaja llamara a la nueva Emperatriz, la mujer que esperaba el
nombramiento en algún lugar en medio de la multitud de hautburbujas flotantes.
El Emperador hizo un gesto para que Rian y su ba volvieran a aproximarse. Más frases
formales, tan complejas que Miles tardó un instante en comprender el sentido. Rian hizo
un gesto, su ba se inclinó y recogió otra vez la bandeja. El aburrimiento de Miles se
evaporó; de pronto, se sintió ahogado por la intensidad de la sorpresa. Por una vez,
hubiera querido ser todavía más bajo o tener el talento de Ivan para desaparecer por
completo o un aparato que pudiera teletransportarlo a alguna parte, a cualquier parte... Un
movimiento de interés, hasta de asombro, recorrió el público ghem y haut. Los miembros
de la Constelación Degtiar parecían felices. Los miembros de otras Constelaciones...
miraban con corrección y modales perfectos.
La haut Rian Degtiar tomó posesión del Criadero Estrella; esta vez como nueva
Emperatriz de Cetaganda, cuarta Madre Imperial elegida por Fletchir Giaja, y ahora
primera en importancia por virtud de su responsabilidad con respecto al genoma. Su
primera obligación genética sería diseñar su propio hijo, el príncipe imperial. Dios. ¿Sería
feliz dentro de la burbuja?
Tal vez su nuevo... no esposo, compañero, pareja, el Emperador.. no la tocara nunca.
Tal vez terminaran siendo amantes. Tal vez Giaja quisiera enfatizar su posesión de ese
modo. Aunque para ser justos, Rian seguramente sabía lo que iba a pasar, no parecía
oponerse. Miles tragó saliva, descompuesto súbitamente presa de un horrible cansancio.
Le había bajado el nivel de glucosa. Tenía que ser eso.
Buena suerte, milady. Buena suerte... y adiós.
Y el control de Giaja se extendía... suave y persistente... como la niebla.
El Emperador levantó la mano y los ingenieros imperiales que lo esperaban pusieron
en funcionamiento la central de energía. Dentro de la pantalla de fuerza central empezó a
surgir un brillo color naranja oscuro que se volvió rojo, después amarillo, después azul
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blanco. Los objetos de interior se movieron, cayeron, rodaron, las formas se desintegraron
hasta convertirse en plasma molecular. Los ingenieros imperiales y los hombres y mujeres
de Seguridad Imperial habían tenido una noche tensa y difícil, de eso no cabía duda:
habían tenido que arreglar la pira de la emperatriz Lisbet con sumo cuidado. Si la burbuja
estallaba, los efectos del calor se parecerían bastante a los de una pequeña bomba de
fusión.
No fue largo, tal vez diez minutos en total. Se abrió un círculo en la cúpula gris llena de
nubes y apareció el cielo azul del mundo exterior. El efecto era muy extraño, como una
visión de otra dimensión. Un agujero mucho menor se abrió en la pantalla de fuerza del
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