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De nuevo empezaron una serie de llamadas, pero esta vez obtuvieron una respuesta.
¡El Dendra al habla! ¡Capitán Durk Undis al aparato! dijo con calor, inclinado sobre
el micrófono . No puedo utilizar el estéreo por falta de energía. Aquí está mi
identificación.
Empezó a dictar una serie de números que eran probablemente una clave
preconvenida de identificación. Después transmitió rápidamente las coordenadas
espaciales del planeta, situado en el interior de la nebulosa donde se hallaban los restos
de la nave y dio parte de la batalla y sus resultados.
La sonora voz de Shorr Kan se dejó oír en el altavoz.
¿Conque Zarth Arn ha tratado de sabotear la misión? ¡No lo creía tan imbécil! Mando
otro crucero-fantasma a buscaros en el acto. Guardad silencio hasta que llegue, porque la
flota del Imperio debe saberos por estos parajes.
Supongo que no debemos proseguir nuestra misión hacia Tierra, ¿verdad?
preguntó Durk Undis.
¡De ninguna manera! saltó Shorr Kan . Volverás a traer a Zarth Arn y la
muchacha a la Nebulosa. Es por encima de todo indispensable que no pueda dar noticia
alguna a Throon.
El corazón de Gordon se quedó helado dentro de su pecho. Lianna lo miró sin decir
nada. Durk Undis y los demás oficiales estaban encantados. Gordon oyó al fanático
capitán dar órdenes.
Pondrás centinelas alrededor de la nave. No sabemos qué clase de seres habitan
estas selvas. Linn Kyle, hazles cargo de la primera guardia.
La noche cerró sobre las selvas de ocre cuando el sol de cobre desapareció en el
horizonte. El perfume de la selva se hizo más penetrante y acre. La noche no era en
realidad completamente tal, porque el cielo nebuloso emitía una irradiación que envolvía
la selva y el casco de la nave. De la selva iluminada por la nebulosa llegó a ellos un
instante después el eco de un lejano grito. Era un grito bestial, gutural, pero con un cierto
timbre humano en su tono. Gordon oyó la aguda voz de Durk Undis.
Debe ser un animal de un cierto tamaño. Abre bien los ojos.
Se cuentan cosas muy extrañas sobre estos mundos perdidos de la Nebulosa dijo
Lianna con un estremecimiento . Son pocas las naves que se atreven a penetrar en
estos parajes.
Pues las habrá que penetrarán en ellos si puedo atraerlas murmuró Gordon .
¡Es necesario que no volvamos a la Nebulosa!
Había descubierto algo que le daba una vaga esperanza. El sillón giratorio al que
estaba atado no solamente se había soltado del suelo como consecuencia del aterrizaje,
sino que el brazo al que sujetaron su muñeca se había rajado. La raja no era importante ni
profunda, pero ofrecía un borde cortante y acerado y contra este reborde Gordon
comenzó disimuladamente a frotar sus ligaduras de plástico.
Gordon se daba cuenta de cuan improbable era que la abrasión llegase a cortar
aquellas cintas de plástico, pero era por lo menos una posibilidad y siguió haciéndolo con
un imperceptible movimiento hasta que le dolieron los músculos.
Por la mañana fueron despertados de su especie de sopor por la terrorífica y gutural
llamada de la selva. Así transcurrieron un día, dos, tres, esperando. Pero la tercer» noche
el horror estalló en torno a ellos.
Poco después de cerrada la noche un espantoso grito de uno de los centinelas fue
seguido del disparo de una pistola automática.
¿Qué es esto? gritó Durk Undis.
¡Seres que parecen hombres... pero se funden bajo el disparo! gritó otra voz .
¡Desaparecen como por arte de magia!
¡Aquí va otro! ¡Y más aún! gritó otra voz . ¡Mira!
Los disparos de las armas atómicas resonaban en la noche. Durk Undis daba órdenes
a gritos.
Lianna había hecho girar su sillón sobre el pedestal y miraba por la ventana.
¡Zarth! ¡Mira! gritó.
Gordon consiguió hacer girar también su sillón. Abrió los ojos ante el increíble
espectáculo que veía por la portilla.
Fuera de la nave, grupos de seres de aspecto humano salían de la selva dirigiéndose a
la nave. Tenían el aspecto de hombres altos de una materia flexible. Sus ojos relucían al
atacar.
Los disparos de las pistolas atómicas se sucedían y la luz deslumbradora de los
proyectiles ensombrecía el tenue resplandor de la nebulosa.
Pero cuando los proyectiles alcanzaban a los extraños invasores, los cuerpos de goma
se fundían como una gelatina viscosa que retrocedía deslizándose lentamente hacia la
selva.
¡Vienen por el otro lado también! advirtió Linn Kyle gritando.
La voz de Durk Undis resonó imperativa:
¡Las pistolas no los detendrán por mucho tiempo! Linn, toma dos hombres y pon en
marcha los generado res. Enfoca un cable de chorro hacia ellos y los regaremos con
rayos a presión.
El horror se pintó en los ojos de Lianna al ver la horda de goma apoderarse de dos
hombres y arrastrarlos hacia la selva.
¡Zarth, son monstruos, ni hombres ni bestias!
Gordon se dio cuenta de que la lucha se presentaba mal. La extraña horda había
empujado a los hombres de Durk Undis hacia la nave. Parecía que aquellos extraños
seres fuesen invulnerables, porque los que eran alcanzados se limitaban a fundirse y se
deslizaban hacia atrás.
Los generadores de la nave comenzaron a zumbar con fuerza. Linn Kyle y dos
hombres más salieron de la nave arrastrando un pesado cable al extremo del cual
conectaron uno de los eyectores de rayos a presión que ordinariamente propulsaban la
nave.
¡Pronto, pronto! gritó Durk Undis . ¡Son demasiados para nosotros!
¡Atención! gritó Linn Kyle.
Enchufó el eyector en el tubo y cegadores chorros de luz salieron con fuerza,
alcanzando la horrenda horda. El suelo se convirtió en el acto en un horrible charco de
gelatina repugnante que serpenteaba deslizándose como un arroyo.
Los monstruos atacantes retrocedieron en seguida. Y la viscosa sustancia que cubría el
suelo se retiró también hacia el refugio de la selva. De las profundidades ocres salió un
enfurecido coro de inhumanos, extraños y guturales gritos.
¡Pronto, otros eyectores! ordenó Durk Undis . ¡Es lo único que los detiene!
Necesitamos uno en cada lado de la nave.
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